GRACIAS POR COMPARTIR CON CÁRITAS
Con mucho agradecimiento recibimos la donación de leche y productos lácteos de la empresa DISTRIALFER, S.L. de nuestro pueblo de El Tiemblo. Es la empresa distribuidora de Mahou y leche Pascual.
En esta situación de pandemia y de necesidad social, Cáritas continúa ejerciendo la caridad cristiana con aquellos que más necesitan. Gracias por esta donación que haremos llegar, y gracias a todos los que colaboráis con esta institución tan importante de nuestra Iglesia.
VIA LUCIS
Jesús resucitado se pone en medio de nosotros para darnos su paz, su alegría, su luz. Dejémonos acompañar por él que ilumina nuestras vidas.
Primera
estación (Ana, El Barraco): JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS (Mt 28,1-15)
El primer
día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.
Un ángel vestido de blanco les dijo: No temáis, sé que buscáis a Jesús, que fue
el crucificado. No está aquí; porque ha resucitado.
Escucharon
lo que querían escuchar y les llenó de luz y esperanza.
Esperanza dan
también los médicos, enfermeras, celadores vestidos de blanco cuando la familia
quiere tener noticias de sus enfermos, y ellos les informan o ponen en contacto
con video-conferencia, dando consuelo a ambos: enfermo y familiar. Luz damos
todas las personas que nos unimos para rezar y pedir por la recuperación pronta
de los enfermos. Los vecinos que todos los días dan su apoyo a las ocho con sus
aplausos.
Jesús
resucitado ilumina y da ánimos a todas las personas que luchan con todas sus
fuerzas para superar la enfermedad. Señor, no permitas que caigan en el
desánimo.
El ángel
ordenó a las mujeres ser las primeras mensajeras de las buenas noticias de la
resurrección de Jesús. Médicos, periodistas, todos estamos deseosos de informar
que mayor número de enfermos se han curado y que todo ha terminado. Jesús
resucitado danos fuerza, ayúdanos a encontrar tu luz.
Segunda
estación (Amara, El Barraco): LOS DISCÍPULOS ENCUENTRAN EL SEPULCRO VACÍO (Jn
20,1-10)
Pedro y
Juan van al sepulcro porque María Magdalena les ha dicho que está la losa
quitada. Corren y ven, en el sepulcro, los lienzos y el sudario con que le
habían cubierto. “Vio y creyó”.
Cristo
resucitó venciendo al pecado y la muerte.
Nosotr@s
como catequistas seguimos el ejemplo de los primeros discípulos al que se les
apareció: seguimos sus pasos enseñando la verdadera luz que es Jesús; somos testigos.
Nuestra vida
estaría vacía si no resucitáramos con Cristo. Mantennos, Señor, en la fe y la
esperanza.
Tercera
estación (Manoli, El Barraco): JESÚS SE MANIFIESTA A MARÍA MAGDALENA (Jn 20,11-18)
María
Magdalena está llorando junto al sepulcro vacío de Jesús. De pronto, Jesús
resucitado se aparece llamándola por su nombre.
Igual que a
ella Jesús la llama por su nombre, a nosotros también nos conoce por nuestro
nombre porque nos ama y quiere que nosotros podamos reconocerle hoy en nuestros
semejantes, que pasan a nuestro lado, sin que nos demos cuenta.
Oh Jesús, te
queremos pedir que seamos como María Magdalena, testigos y mensajeros de tu
resurrección; para eso que el Espíritu Santo fortalezca nuestra fe y nos haga
vivir en comunión con los demás.
Cuarta
estación (Piedi, El Barraco): JESÚS EN CAMINO CON LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS (Lc
24,13-27)
Camino de
Emaús, caminan tristes dos discípulos por la pérdida de Jesús; pero se acerca
un compañero de camino.
Momentos
duros los que estamos viviendo, familias sufriendo en soledad la pérdida de sus
seres queridos…
Jesús, ahora
más que nunca necesitamos de tu compañía, como los discípulos de Emaús; déjanos
caminar contigo, acompaña a tantas personas que están sufriendo, alivia su
dolor con tu presencia.
Quinta
estación (Isabel, El Barraco): LOS DISCÍPULOS RECONOCEN AL SEÑOR AL PARTIR EL
PAN (Lc 24,27-35)
“A ellos
se les abrieron los ojos y lo reconocieron”
Hay momentos
en la vida que parece como si tuviéramos barro en los ojos y no nos hacer ver
más allá, incluso llegamos a perder la fe.
Señor, te
pido que nunca perdamos la fe, y no nos pase como a los apóstoles de Emaús. Que
podamos sentir la presencia de Jesús en nuestro caminar diario y no solo en la
Eucaristía.
Especialmente
hazte presente a tantos enfermos, tantas familias, médicos, etc… que estos días
están viviendo un camino lleno de tinieblas como consecuencia de esta pandemia,
y por ello puedan oscurecer la luz de su fe.
Sexta
estación (Araceli): JESÚS SE MUESTRA A LOS DISCÍPULOS (Lc 24,36-45)
Jesús se
muestra a sus discípulos diciéndoles: “¿es que no me conocéis…?”
Señor, te
pido que en medio de este caos que estamos viviendo también veamos la luz de la
resurrección en nuestros voluntarios que hacen que a los más necesitados no les
falte comida y cariño, arriesgando sus vidas. En ellos te conocemos. Pidamos
por todos.
Séptima
estación (Mª Luisa): JESÚS CONCEDE A LOS DISCÍPULOS EL PODER DE PERDONAR LOS
PECADOS (Jn 20,22-23)
“Recibid
el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Gracias por
el envío de tu Espíritu, Señor. Te pido hoy que, lo que prometiste que haría tu
Espíritu, se cumpla en mi vida. También te pido que veles por tantos cristianos
que, aun falleciendo solos, esté tu Espíritu haciendo que descansen en paz, con
la esperanza de que Tú, Señor, les estés esperando en tu Reino.
Octava
estación (Rocío): JESÚS CONFIRMA LA FE DE TOMÁS (Jn 20,24-29)
Señor,
Tomás fue incrédulo tuvo que tocar y ver para creer; dichoso es aquel que cree sin
ver.
“Señor mío,
Dios mío” dijo Tomás; tú le hiciste volver a creer. Nosotros sabemos que no nos
vas a abandonar, porque tú eres la vida y la verdad. En estos momentos tan
duros que estamos pasando necesitamos de la fe y la confianza para seguir
adelante.
Oremos por
todos aquellos que te necesitan ahora para creer y encomendarse a ti.
Novena
estación (Angelines): JESÚS SE MUESTRA A SUS DISCÍPULOS EN EL LAGO DE
TIBERIADES (Jn 21,1-14)
Jesús se
aparece por tercera vez después de la Resurrección a sus discípulos, y les da
lecciones de pesca a pescadores profesionales; después de una noche aciaga ellos
le hacen caso y aciertan.
Señor, vienes
cuando más te necesitamos. Señor, ven en este momento de pandemia, ayúdanos a
superar este virus, ayuda a los profesionales a saber dónde tienen que echar
sus redes para salir de esta situación.
Décima
estación (Charo): JESÚS ENCOMIENDA A PEDRO EL CUIDADO DE LOS HERMANOS (Jn
21,15-19)
“¿Me
quieres?”, le pregunta a Pedro por tercera vez; su respuesta le hace asumir su
tarea: “apacienta mis ovejas”.
Te pedimos,
Señor, que nos colmes de tu Luz y Gracia. Concédenos la fortaleza de
mantenernos unidos en estos momentos tan difíciles, como lo hicieron María y
tus discípulos, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial y así
alcancemos la libertad verdadera.
Undécima
estación (Pilar Martín): JESÚS ENVÍA A SUS DISCÍPULOS (Mt 28,16-20)
Los
discípulos convocados por Jesús acuden a Galilea dónde le reconocen como el
Mesías (Muerto y Resucitado) y allí les otorga el poder de servir al Reino de
Dios, anunciando el Evangelio
Somos como
los discípulos: enviados por Jesús. Concédenos la fe necesaria para que, en
este momento de dolor y sufrimiento, sepamos transmitir la Paz, la Esperanza y
la Alegría necesarias para pensar que esto pasará; sabemos que Jesús está con
nosotros hasta el final de los tiempos.
Decimosegunda
estación (Pilar Cisneros): JESÚS SUBE AL CIELO (Lc 24,50-53)
“Y los
sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras
los bendecía, se separó de ellos y fue levantado hacia el cielo. Ellos se
postraron ante Él”.
Lo último
que ven son sus manos que bendicen. Es un modo de decir adiós protegiendo, acogiendo…
Al final de la Eucaristía no se nos despide, sino que se nos bendice. Nos
recuerda la bendición sobre los suyos del Señor Jesús. Es una bendición que
anima a todo cristiano a anunciar con su vida en la calle lo que ha celebrado
en el altar.
No podemos
salir de nuestras casas, pero nada limita nuestras oraciones y nuestro amor.
¡Ánimo! No tengas miedo, Dios va con nosotros. Jesús sube al cielo para
abrirnos camino.
Decimotercera
estación (Elena): LA PRIMERA COMUNIDAD ESPERA EL ESPÍRITU SANTO (Hch 1,3-8)
Jesús,
tras tu resurrección mostraste a los apóstoles que estabas vivo y les dijiste
que serían bautizados con el Espíritu Santo que les daría fuerzas. A la primera
comunidad le ordenaste esperar, no salir de Jerusalén.
Ayúdanos a esperar
y confiar en nuestro “Jerusalén”, en nuestras casas, como nos mandan otros hoy,
y a agradecer todos los esfuerzos que nos ayudan a poder seguir.
Decimocuarta
estación (Conchi): JESÚS ENVÍA SU ESPÍRITU (Hch 2,1-11)
Reunidos el
día de Pentecostés se llenaron todos de Espíritu Santo.
Jesús,
envíanos tu Espíritu, para librarnos de esta pandemia tan devastadora, que está
causando tanto dolor y sufrimiento en el mundo. Ven Espíritu Santo, llena los
corazones de tus fieles, y enciende en todos nosotros el fuego de tu amor.
VIA LUCIS
VIA LUCIS
Igual que en
Cuaresma hacemos el Via Crucis, acompañando a Jesús en su camino con la cruz,
ahora en Pascua se celebra el Via Lucis: acompañamos a Jesús Resucitado que nos
inunda con la luz de su presencia.
Ahora hay
catorce estaciones; una se libra y yo hago de comodín por si alguna no puede.
Desde el texto bíblico que sugiero hacemos oración descubriendo la presencia de
Jesús Resucitado en medio de nuestras vidas porque es luz, vida, esperanza… de
múltiples formas. Si la pandemia es una cruz, también hay en medio de ella
mucha luz, mucha presencia de Jesús resucitado. La oración como siempre puede
ser de acción de gracias, de súplica, de perdón, de alabanza.
Primera
estación (Ana, El Barraco): JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS (Mt 28,1-15)
Segunda
estación (Amara, El Barraco): LOS DISCÍPULOS ENCUENTRAN EL SEPULCRO VACÍO (Jn
20,1-10)
Tercera
estación (Manoli, El Barraco): JESÚS SE MANIFIESTA A MARÍA MAGDALENA (Jn 20,11-18)
Cuarta
estación (Piedi, El Barraco): JESÚS EN CAMINO CON LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS (Lc
24,13-27)
Quinta
estación (Isabel, El Barraco): LOS DISCÍPULOS RECONOCEN AL SEÑOR AL PARTIR EL
PAN (Lc 24,27-35)
Sexta
estación (Araceli): JESÚS SE MUESTRA A LOS DISCÍPULOS (Lc 24,36-45)
Séptima
estación (Mª Luisa): JESÚS CONCEDE A LOS DISCÌPULOS EL PODER DE PERDONAR LOS
PECADOS (Jn 20,22-23)
Octava estación
(Rocío): JESÚS CONFIRMA LA FE DE TOMÁS (Jn 20,24-29)
Novena
estación (Angelines): JESÚS SE MUESTRA A SUS DISCÍPULOS EN EL LAGO DE TIBERIADES
(Jn 21,1-14)
Décima
estación (Charo): JESÚS ENCOMIENDA A PEDRO EL CUIDADO DE LOS HERMANOS (Jn
21,15-19)
Undécima
estación (Pilar Martín): JESÚS ENVÍA A SUS DISCÍPULOS (Mt 28,16-20)
Decimosegunda
estación (Pilar Cisneros): JESÚS SUBE AL CIELO (Lc 24,50-53)
Decimotercera
estación (Elena): LA PRIMERA COMUNIDAD ESPERA EL ESPÍRITU SANTO (Hch 1,3-8)
Decimocuarta
estación (Conchi): JESÚS ENVÍA SU ESPÍRITU (Hch 2,1-11)
SEMANA SANTA 2020
"Cristo murió por nuestros pecados según las
Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, según las Escrituras”
En la
Cuaresma, estamos acercándonos a la Palabra de Dios para encontrar palabras de
vida y que dan vida a nuestra sequedad. El signo es el árbol seco que se va
llenando de pequeñas hojas con las palabras que hemos recogido cada uno cada
domingo. Ahora, en la Semana Santa seguimos buscando las palabras de vida; Pablo
nos ayuda con las palabras de su carta primera a los Corintios: “os
recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en
el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la
palabra que os anunciamos: de lo contrario, creísteis en vano. Porque yo os
transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, según las Escrituras” (1 Cor 15,1-4)
Buscando
“las palabras”, descubrimos a la “Palabra”, a Jesús. Ahora, al celebrar los
misterios centrales de nuestra fe, celebramos a Jesús en su pasión, muerte y
resurrección. La palabra que vamos a ir proclamando y escuchando nos descubre a
la Palabra que es Jesús en quien se cumplen las Escrituras.
El Domingo
de Ramos aclamamos a Jesús que entra en Jerusalén uniéndonos a la multitud
que alfombra el camino con ramas. Son las palabras del profeta Zacarías las que
iluminan este acontecimiento: “Decid a la hija de Sión: <<Mira a tu
rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino, hijo de
acémila>>” (Zac 9,9)
La Pasión de
Mateo, el evangelista de este ciclo, nos abre la puerta de estos días: “Cristo
murió por nuestros pecados según las Escrituras”. Dejemos que el Señor,
como al Siervo sufriente, nos espabile el oído para escuchar y acoger
con el corazón y después nos dé esa lengua de discípulo que nos lleve a saber
decir al abatido una palabra de aliento hoy.
Pablo nos
sitúa ante el Jesús de la Pasión: Siendo de condición divina se ha hecho semejante
a los hombres, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una
muerte de cruz. Jesús se une a nuestra muerte; pero él es exaltado por el
Padre y por eso ante él nos arrodillamos y le proclamamos como el Señor.
La emoción
de la entrada en Jerusalén reconociendo al que viene en el nombre del Señor,
nos vuelve hacia la pasión quitando de en medio al que hemos aclamado. ¿Qué
esperábamos de Jesús? ¿Que sería todo fácil? ¿no hemos atendido a las
Escrituras?
El ritmo de
vida nuestro y del mundo de paz, sosiego, alegría y disfrute, de pronto se ha
truncado con un virus que nos ha sumergido en la tiniebla de la enfermedad, el
miedo y la muerte. ¿Cuál es nuestro grito? ¿El confiado de Jesús sin entender,
pero acogiendo confiado: “hágase tú voluntad”? o ¿el desgarrado del
mismo Jesús abandonado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”?
¿Cómo nos situamos?
El Jueves
Santo, se nos ilumina la cara. Jesús se queda entre nosotros de una manera
muy especial: en la Eucaristía. La celebración de la última cena de Jesús nos
abre a la mesa del alimento cotidiano del Cuerpo y Sangre de Jesús en cada Misa.
La tradición que Pablo ha recibido y nos ha transmitido, se une a la escena de
Juan en la que Jesús se queda entre nosotros a través del servicio humilde y la
entrega amorosa: el lavatorio. En la cena de despedida, como testamento nos
deja el mandamiento del amor: “amaos unos a otros como yo os he amado”.
La
centralidad de la Eucaristía para la vida de un cristiano y de una comunidad
ahora se ha roto. La Iglesia está cerrada, la mesa está vacía, ¿no hay
Eucaristía? ¿no hay comunidad? Ahora, cuando las presencias físicas se hacen
imposible por el confinamiento y no tenemos ese encuentro físico tan necesario,
nos sentimos unidos de otra manera. Es Jesús quien nos sigue uniendo y
reuniendo en la Misa de la tele, o en la oración. Es Jesús quien nos sigue
uniendo en la escucha de su Palabra que se hace alimento especial estos días. Es
Jesús quién está presente en tantos gestos de servicio y amor hoy, en estas
circunstancias que estamos viviendo. Hacemos Eucaristía, acción de gracias a
Dios, por la presencia de su Hijo en tantos que hoy están lavando los pies de
múltiples formas. Hoy que es el día del amor fraterno, lo celebramos por sus diversas
maneras de expresarse entre nosotros hoy.
En la Hora
Santa, nos unimos a Jesús en la oración en Getsemaní. Jesús se pone delante
del Padre ante la hora decisiva que tiene que vivir; el cáliz del dolor, el
sufrimiento, la muerte…no es agradable tampoco para él. Sus palabras nos
acercan a él en una humanidad compartida: “mi alma está triste…Padre mío, si
es posible, que pase de mí este cáliz”; pero también son una llamada a
acoger, a ponernos con confianza en manos del mismo Padre: “pero no se haga
como yo quiero sino como quieres tú…hágase tu voluntad”. Es una noche para
orar con tranquilidad (“Velad y orad”) y sentirnos muy unidos con Jesús
en el momento de dolor, de sufrimiento, de muerte por la pandemia. Es el
momento de mirar nuestra fragilidad y también volvernos al Padre para buscar
algo de luz en él dentro de la oscuridad.
El Viernes
Santo, con la pasión y la muerte de Jesús, la cruz se pone en el centro.
Seguimos buscando sus palabras que nos ayudan a vivir este día. Miramos a Jesús
que es el Siervo Sufriente de Isaías: “él soportó nuestros sufrimientos y
aguantó nuestros dolores…sus cicatrices nos curaron”; le contemplamos con
las palabras del autor de la carta a los Hebreos, unido a nuestra humanidad
sufriendo como nosotros, probado como nosotros, para poner en él nuestra
confianza: se puede compadecer de nuestras debilidades, en él encontramos
misericordia y salvación. El Evangelio de San Juan que nos muestra a un Jesús
victorioso en medio de la pasión, nos lleva a aceptar la cruz y acogerla como
camino para la vida.
En la cruz
contemplamos el dolor, el sufrimiento, la muerte, la oscuridad… Pero también la
miramos con los ojos de la fe que nos muestra el amor de una vida entregada, el
sufrimiento no masoquista sino de ofrenda por los demás, la muerte abierta a la
vida, la oscuridad que antecede a la luz.
En este
Viernes Santo, en la oscuridad de la pandemia, la cruz tiene la carne de tantos
que están sufriendo de múltiples formas: la enfermedad, la soledad, el
confinamiento, la muerte; pero también en la cruz contemplamos a los que se
entregan para que otros tengamos vida: los sanitarios en todos sus modos, los
cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los militares, Protección Civil,
Policía local, tantos servicios municipales, los que no pueden parar para que
tengamos abastecimiento, los que se quedan en casa conscientemente…
Contemplar
la cruz, mirar a Jesús, lo hacemos desde esta doble perspectiva que hace que la
cruz pase de ser escándalo o necedad a ser de verdad fuerza salvadora.
En la Pascua
celebramos la victoria de la luz sobre la oscuridad, de la vida sobre la muerte:
“hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de
entre los muertos” (Jn 20,9). En la Noche Santa la Palabra de Dios tiene
un protagonismo especial; nos sentimos parte de un pueblo que es acompañado por
Dios que va haciendo de la historia una historia de salvación.
Del fuego
que quema y purifica surge la luz del cirio pascual, presencia de Jesús
resucitado que ha vencido a la muerte, a la oscuridad de un sepulcro. La
alegría del Pregón Pascual resuena como la gran noticia de la noche: “Esta
es la noche en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso
del abismo”.
La liturgia
bautismal nos lleva a renovar con gozo y alegría nuestro nacimiento a una vida
nueva a través del agua del bautismo. Hemos entrado con Jesús resucitado en esa
vida nueva que él nos da.
La Eucaristía
de esta noche se hace acción de gracias especial: celebrar la acción del Dios
Padre en su Hijo Jesús que le ha resucitado. No está en el sepulcro, está aquí,
vivo en medio de nosotros, en nosotros.
La Pascua es
el paso de la muerte a la vida de Jesús. Celebrar la victoria de la luz sobre
la oscuridad, de la vida sobre la muerte, en estos momentos que vivimos nos
abre a la confianza y nos llena de esperanza. La alegría de la Pascua tiene que
inundar nuestro corazón para vivir con fe y esperanza.
Esperamos la
victoria de un medicamento, de una vacuna que sea capaz de dominar y eliminar
este virus que nos debilita y mata. Parece que ahí ponemos nuestra confianza y
esperanza. Pedimos a Dios que ilumine a tantos que están trabajando e
investigando para encontrar esa vacuna o medicina. Pero eso nos cura, nos puede
devolver a la antigua vida que llevábamos; la Pascua de Jesús nos salva, nos
lleva a una nueva vida.
Todos
esperamos que esto que estamos viviendo sea un momento oportuno para pensar,
para mirar nuestras vidas y preguntarnos en qué se pierde o se gana, qué es lo
verdaderamente importante, para aprender. Las palabras que nos iluminan, la Palabra
que nos ilumina es Jesús; es él quien cuestiona nuestra vida y nos ofrece otra
vida. Es Jesús resucitado quien nos abre a una vida nueva.
Cantemos con
gozo y alegría: Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y
nuestro gozo.
Via Crucis para el Viernes de Dolores
Os animo este Viernes de Dolores a hacer un Via Crucis diferente. Acompañamos a todos los que sufren en estos momentos unidos a Jesús y lo hacemos desde la experiencia de un poeta como fue Gerardo Diego. Recemos con la poesía.
Via
Crucis de Gerardo Diego
Dame tu mano, María,
la de las tocas
moradas.
Clávame tus siete
espadas
en esta carne
baldía.
Quiero ir contigo en la
impía
tarde negra y
amarilla.
Aquí en mi torpe
mejilla
quiero ver si se
retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
ese llanto
cristalino,
y a la vera del
camino
permite que te
acompañe.
Deja que en lágrimas
bañe
la orla negra de tu
manto
a los pies del árbol
santo
donde tu fruto se
mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras
tanto.
Qué lejos, Madre, la
cuna
y tus gozos de
Belén:
- No, mi Niño. No, no hay
quien
de mis brazos te
desuna.
Y rayos tibios de
luna
entre las pajas de
miel
le acariciaban la
piel
sin despertarle. Qué
larga
es la distancia y qué
amarga
de Jesús muerto a
Emmanuel.
¿Dónde está ya el
mediodía
luminoso en que
Gabriel
desde el marco del
dintel
te saludó: -Ave,
María?
Virgen ya de la
agonía,
tu Hijo es el que cruza
ahí.
Déjame hacer junto a
ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte
Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, doncella
graciosa,
hoy maestra de
dolores,
playa de los
pecadores,
nido en que el alma
reposa.
A ti, ofrezco, pulcra
rosa,
las jornadas de esta
vía.
A ti, Madre, a quien
quería
cumplir mi humilde
promesa.
A ti, celestial
princesa,
Virgen sagrada María.
Primera
Estación: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
"El Consejo en pleno se levantó y llevaron a Jesús
ante Pilato. Allí empezaron con sus acusaciones: «Hemos comprobado que este hombre
es un agitador. Se opone a que se paguen los impuestos al César y pretende ser
el rey enviado por Dios.»" (Lc 23, 1-2)
Jesús sentenciado a
muerte.
No bastan sudor,
desvelo,
cáliz, corona,
flagelo,
todo un pueblo a
escarnecerte.
Condenan tu cuerpo
inerte,
manso Jesús de mi
olvido,
a que, abierto y
exprimido,
derrame toda su
esencia.
Y a tan cobarde
sentencia
prestas en silencio oído.
Y soy yo mismo quien dictó
esa sentencia
villana.
De mis propios labios
mana
ese negro veredicto.
Yo me declaro
convicto.
Yo te negué con
Simón.
Te vendí y te hice
traición
con Pilatos y con
Judas.
Y aún mis culpas
desanudas
y me brindas el
perdón.
Segunda Estación: JESÚS
CARGA CON LA CRUZ
"Así fue como se llevaron a Jesús. Cargando con su propia
cruz, salió de la ciudad hacia el lugar llamado Calvario (o de la
Calavera), que en hebreo se dice Gólgota." (Jn 19, 17)
Jerusalén arde en
fiestas.
Qué tremenda
diversión
ver al justo de Sión
cargar con la cruz a
cuestas.
Sus espaldas curvas, prestas
a tan sobrehumano
exceso,
y, olvidándose del
peso
que sobre su hombro
gravita,
con caridad infinita
imprime en la cruz un
beso.
Tú el suplicio y yo el
regalo.
Yo la gloria y Tú la
afrenta
abrazado a la
violenta
carga de una cruz de
palo.
Y así, sin un
intervalo,
sin una pausa
siquiera,
tal vivo mi vida
entera
que por mí te has
alistado
voluntario
abanderado
de esa maciza
bandera.
Tercera Estación: JESÚS
CAE POR PRIMERA VEZ
"Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda
la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su
cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que
sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará." (Mt 16,
24-25)
A tan bárbara
congoja
y pesadumbre
declinas,
y tus rodillas
divinas
se hincan en la tierra
roja.
Y no hay nadie que te
acoja.
En vano un auxilio
imploras.
Vibra en ráfagas
sonoras
el látigo del
blasfemo.
Y en un esfuerzo
supremo
lentamente te
incorporas.
Como el Cordero que
viera
Juan, el dulce
evangelista,
así estás ante mi
vista
tendido con tu
bandera.
Tu mansedumbre a una
fiera
venciera y
humillaría.
Ya el Cordero se
ofrecía
por el mundo y sus
pecados.
Con mis pies
atropellados
como a un estorbo le
hería.
Cuarta
Estación: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE:
"También estaban allí, observándolo todo, algunas
mujeres que desde Galilea habían seguido a Jesús para servirlo." (Mt
27, 55)
Se ha abierto paso en las
filas
una doliente Mujer.
Tu Madre te quiere ver
retratado en sus
pupilas.
Lento, tu mirar
destilas
y le hablas y la
consuelas.
Cómo se rasgan las
telas
de ese doble
corazón.
Quién medirá la
pasión
de esas dos almas
gemelas.
¿Cuándo en el mundo se ha
visto
tal escena de
agonía?
Cristo llora por
María.
María llora por
Cristo.
¿Y yo, firme, lo
resisto?
¿Mi alma ha de quedar
ajena?
Nazareno, Nazarena,
dadme siquiera una
poca
de esa doble pena
loca,
que quiero penar mi
pena.
Quinta Estación: JESÚS
ES AYUDADO POR EL CIRENEO
"Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de
Cirene que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara
detrás de Jesús." (Lc 23,26)
Ya no es posible que
siga
Jesús el arduo
sendero.
Le rinde el plúmbeo
madero.
Le acongoja la fatiga.
Mas la muchedumbre
obliga
a que prosiga el
cortejo.
Dure hasta el fin el
festejo.
Y la muerte se
detiene
ante Simón de
Cirene,
que acude tardo y
perplejo.
Pudiendo, Jesús,
morir,
¿por qué apoyo
solicitas?
Sin duda es que
necesitas
vivir aún para
sufrir.
Yo también quise
vivir,
vivir siempre, vivir
fuerte.
Y grité: -Aléjate,
muerte.
Ven Tú, Jesús
cireneo.
Ayúdame, que en ti
creo
y aún es tiempo de
ofenderte.
Sexta Estación: LA
VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
"Muchos quedaron espantados al verlo, pues
estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano. Despreciado
por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el
sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no
contaba para nada y no hemos hecho caso de él. Sin embargo, eran nuestras
dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le
pesaban." (Is 52, 14; 53, 3-42)
Fluye sangre de tus
sienes
hasta cegarte los
ojos.
Cubierto de hilillos
rojos
el morado rostro
tienes.
Y al contemplar cómo
vienes
una mujer se
atraviesa,
te enjuga el rostro y te
besa.
La llamaban la
Verónica.
Y exacta tu faz
agónica
en el lienzo queda
impresa.
Si a imagen y
semejanza
tuya, Señor, nos
hiciste,
de tu imagen me
reviste
firme a olvido y a
mudanza.
Será mayor mi
confianza
si en mi alma dejas la
huella
de tu boca que nos
sella
blancas promesas de
paz,
de tu dolorida faz,
de tu mirada de
estrella.
Séptima Estación: JESÚS
CAE POR SEGUNDA VEZ
"... eran nuestras faltas por las que era
destruido; nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el
castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido
sanados". (Is 53, 5)
Largo es el camino y
lento
y el Cireneo se
rinde.
Él se ha trazado una
linde
en su oscuro
pensamiento.
Mientras disputa
violento,
deja que la cruz se
hunda
total, maciza,
profunda,
sobre aquel único
hombro.
Y como un humano
escombro
cae Jesús por vez
segunda.
¿Otra vez, Señor, en
tierra,
abrazado a tu
estandarte?
Ese insistente
postrarte
¿qué oculto sentido
encierra?
Mas ya te entiendo. En la
guerra
por ti luchando,
transido
caeré en tierra y
malherido,
¿y no he de alzarme ya
más?
Yo sé que Tú me
darás
la mano si te la
pido.
Octava Estación: JESÚS
CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
"Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres
que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose hacia
ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. Llorad más
bien por vosotras mismas y por vuestros hijos." (Lc 23, 27-28)
Qué vivo dolor
aflige
a estas mujeres
piadosas,
madres, hermanas,
esposas,
sin culpa del
«crucifige».
Jesús a ellas se
dirige.
Sus palabras, oídlas
bien.
-Hijas de Jerusalén.
Llorad vuestro llanto,
sí,
por vosotras, no por mí.
Por vuestros hijos
también.
Por nosotros mismos,
cierto.
Pero ¿quién por ti no
llora?
Haz que llore hora tras
hora
por mí tibio y por ti
yerto.
Riégame este estéril
huerto.
Quiébrame esta torva
frente.
Ábreme una vena
ardiente
de dulce y amargo
llanto,
y espanta de mí este
espanto
de hallar cegada mi
fuente.
Novena Estación: JESÚS
CAE POR TERCERA VEZ
"Felices los que son perseguidos por causa del bien,
porque de ellos es el Reino de los Cielos." (Mt 5, 10)
Ya caíste una, dos veces.
La rota túnica pisas
y aún entre mofas y
risas
tendido a mis pies te
ofreces.
Yo no sé a quién me
pareces,
a quién me aludes
así.
No sé qué haces junto a
mí,
derribado con tu
leño.
Yo no sé si ha sido un
sueño
o si es verdad que te
vi.
Y yo caigo una, dos,
tres,
y otra vez más, y otra, y
tantas.
Siempre tus espaldas
santas
me sirvieron de
pavés.
Ahora siento bien cuál
es
la razón de tus
caídas.
Sí. Porque nuestras
vencidas
almas no te tengan
miedo
caes, oh humilde
remedo,
y a abrazarte las
convidas.
Décima Estación: JESÚS
ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
"Después de clavar a Jesús en la cruz, los
soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada
uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo
sin costura alguna, se dijeron: «No la rompamos, echémosla más bien a suertes,
a ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se
repartieron mi ropa y echaron a suertes mi túnica. Esto es lo que hicieron los
soldados." (Jn 19, 23-24)
Ya desnudan al que
viste
a las rosas y a los
lirios.
Martirio entre los
martirios
y entre las tristezas
triste.
Qué sonrojo te
reviste,
cómo tu rostro
demudas
ante aquellas manos
crudas
que te arrancan los
vestidos
de sangre y sudor
teñidos
sobre tus carnes
desnudas.
Bella lección de
pudores
la que en este trance
dictas,
tus candideces
invictas
coloridas de
rubores.
Tú, que has teñido las
flores
de tintas tan
sonrosadas,
que en las castas
alboradas
las nubes vistes de
oro,
ay, devuélveme el
tesoro
de mis flores
marchitadas.
Undécima Estación:
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
"Al llegar al lugar
llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores,
uno a su derecha y el otro a su izquierda." (Lc 23, 33)
Por fin en la cruz te
acuestas.
Te abren una y otra
mano,
un pie y otro
soberano,
y a todo, manso, te
prestas.
Luego entre Dimas y
Gestas,
desencajado por
crueles
distensiones de
cordeles,
te clavan
crucificado
y te punzan el costado
y te refrescan de
hieles.
Y que esto llegue es
preciso
y así todo se
consuma,
y, a la carga que te
abruma,
el cuello inclinas
sumiso.
-Conmigo en el
paraíso
serás hoy- al buen
ladrón
prometes. Tierna
lección
la de tus palabras
ciertas.
Toma mis manos
abiertas.
Toma mis pies: tuyos
son.
Duodécima Estación:
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
"Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
todo el país se cubrió de tinieblas. A eso de las tres, Jesús gritó con fuerza:
Elí, Elí, lamá sabactani, que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?» Pero nuevamente Jesús dio un fuerte grito y entregó su
espíritu." (Mt 27, 45-46.50)
Al pie de la cruz
María
llora con la
Magdalena,
y aquel a quien en la
Cena
sobre todos prefería.
Ya palmo a palmo se
enfría
el dócil torso
entreabierto.
Ya pende el cadáver
yerto
como de la rama el
fruto.
Cúbrete, cielo, de
luto
porque ya la
Vida ha muerto.
Profundo misterio. El
Hijo
del Hombre, el que
era la Luz
y la Vida muere
en cruz,
en una cruz
crucifijo.
Ya desde ahora te
elijo
mi modelo en el
estrecho
tránsito. Baja a mi
lecho
el día que yo me
muera,
y que mis manos de
cera
te estrechen sobre mi
pecho.
Decimotercera Estación:
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
"Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con
María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de
Magdala." (Jn 19,25)
He aquí helados,
cristalinos,
sobre el virginal
regazo,
muertos ya para el
abrazo,
aquellos miembros
divinos.
Huyeron los
asesinos.
Qué soledad sin
colores.
Oh, Madre mía, no
llores.
Cómo lloraba María.
La llaman desde aquel
día
la Virgen de los Dolores.
la Virgen de los Dolores.
¿Quién fue el escultor que
pudo
dar morbidez al
marfil?
¿Quién apuró su
buril
en el prodigio
desnudo?
Yo, Madre mía, fui el
rudo
artífice, fui el
profano
que modelé con mi
mano
ese triunfo de la
muerte
sobre el cual tu piedad
vierte
cálidas perlas en
vano.
Decimocuarta Estación:
JESÚS ES SEPULTADO
"Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar
los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre
los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acordaos de lo que les dijo
cuando todavía estaba en Galilea." (Lc 24, 5-6)
Fue un José el primer
varón
que a Jesús tomó en sus
brazos,
y otro José en tiernos
lazos
le estrecha de
compasión.
Con grave, infinita
unción
el sagrado cuerpo
baja
y en un lienzo le
amortaja.
Luego le da
sepultura
y una piedra en la
abertura
de la roca viva encaja.
Como póstuma jornada
de tu vía de
amargura,
admiro en la
sepultura
tu heroica carne
sellada.
Señor, ya no queda
nada
por hacer. Señor,
permite
que humildemente te
imite,
que contigo viva y
muera,
y en luz no
perecedera,
que como Tú resucite.
Decimoquinta Estación:
JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS
¿Es de ingrávido
sueño,
aire o magia refleja
este resplandor
súbito,
esta erguida
presencia?
Todo en torno se
afirma,
se deslumbra, se
ciega.
La piedra es más que
nunca
piedra, gozosa
piedra;
la humana piel
confusa
de oscuros
centinelas,
tañida del prodigio,
centellea
evidencias,
y el alba, el alba
tímida
tan mojada y tan
tierna,
confirma de rubores
su inocencia
perfecta.
Otra vez sobre el
mundo
la Verdad se hace cierta,
la Verdad se hace cierta,
cierta con
certidumbre
transverberada,
céntrica.
No el aire, no, ni el
sueño
ni la magia espejean
este cuerpo
armonioso
que fulgura y
destella.
Las brisas le
acarician,
la tierra le
sustenta
y la luz que de él
mana
le ciñe y le modela.
Pudiendo ser más
leve
que plumas o
humaredas,
humana, humildemente
pisa la hierba, y
pesa,
y al goce del
suavísimo
tacto, contacto,
prenda,
invita -ábranse
flores-
a las yemas
incrédulas.
Resurrección. Oh
gloria
taladrada y tan nuestra,
tan de hueso y de
carne
firme, caliente,
fresca.
Por Ti, Jesús, tan
nuevo
hoy con tus cinco
estrellas
que en cifra
dibujada
tu caridad
constelan,
por Ti, Señor,
devuelto
a la luz que te
estrecha,
al amor que te ciñe,
al aura que te besa,
por ti, todo nos
canta,
oh divina certeza
para después del
tiempo,
quieta ya primavera.
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